No sabéis la ilusión que me hizo cuando mi viejo amigo Manuel Astur me propuso ilustrar la portada de su primera novela, Quince días para acabar con el mundo. Venía con la idea de la portada cerrada, quería un escenario que aparece descrito en el libro.
Que te vengan con una idea concretada puede ser muy bueno o puede ser muy malo. En este caso, cuando leí la descripción que Astur hace de la habitación del protagonista me quedé encantado con la idea. El libro habla del 1994 de un chaval asturiano que aprende a vivir a caballo entre el grunge y su pueblo, del mundo interpretado a través de sus ojos, de sus fantasmas y sus sueños. Mientras leía, me entraban unas ganas enormes de volver a ser adolescente e interpretar las cosas que pasan a mi alrededor con tanta pureza. Esta novela es la polla por muchas razones, pero sobre todo es una puñalada al cinismo imperante en la sociedad actual.
En cuanto a la portada, ha sido bastante divertido buscar referencias de fotos de grupos grunge , imágenes tan habituales en mi adolescencia pero que hoy en día parecen por completo de un planeta diferente. Buscar una lata de Mahou de la época, un Walkman o incluso monedas de veinte duros.
La tonalidad y los colores quería que fueran un poco de foto antigua, como esas viejas fotografías familiares cuyos detalles se encargan de devorar los cajones. Tampoco quería caer en el filtro de Instagram, pues no quería que se notara impostado o retro-lo-que-sea. Para parte de la escena aproveché la gama de color de un viejo cuadro mío (acrílico y óleo, si recuerdo bien) de hace diez años que funciona muy bien para dar calidez a la imagen. Entonces me gustaba mucho enterrar las escenas en atmósferas de color muy simples, entre otras cosas, porque es apostar siempre a caballo ganador Os lo dejo aquí, a ver si veis la similitud.
Siempre me encantó ese cuadro. La portada es de 10
ResponderEliminarGracias!!!!
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