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10 sept 2012

Vivir del cuento

Vanidad- sept 2012
La mía la primera generación engañada de la posmodernidad. La ficción, y también la ciencia, de los años 50, 60, 70 y 80 nos habían vendido una idea de futuro que en nada se parece al mundo actual. Ciudades en la luna, pijamas de papel albal, esas cosas. EL FUTURO, con mayúsculas. No lo que está por venir, sino un fragmento de tiempo perfectamente delimitado, una nueva era. Se suponía que el segundo milenio sería el umbral, y la galaxia la frontera. Seres humanos semirobóticos de emociones controladas y ademanes manequinescos.

Mi gozo en un pozo. Cuando llegó el momento de ser mayor, la promesa de una utopía tecnológica había sido reemplazada por la promesa de que todos podíamos ser celebrities, o rock stars. EL FUTURO era un concurso de popularidad en las nuevas redes sociales, fotos de comida de aspecto vintage, y ropa que aparenta ser de nuestros padres. Pero también era una afición desmedida por crear, por descubrir y compartir. De repente, todo el mundo quería ser DJ, fotógrafo, ilustrador, crítico musical, escritor.

¿Y qué pasa entonces? Pues que mucha gente se ríe. Se ríe de ellos. A veces se indignan. "Todos los jóvenes quieren ser blogueros, diseñadores... " dicen. Lo dicen con inquina, con desprecio. Hay chistes en facebook. Se oye en la calle. La gente quiere jóvenes que den el callo y que les saquen de la crisis. Pero es que, en geneal, un porcentaje muy elevado de españoles desconfían profundamente de cualquier manifestacióna artística o cultural. "Los músicos son unos vagos" escriben indignados como comentario en cualquier periódico online.

Vale que no todo el mundo tiene las mismas aptitudes, o ganas, o perseverancia como para conseguir una voz propia y poder vivir de ello. Pero una sociedad donde muchas personas se esfuerzan por crear o por entretener a los demás, a mí desde luego no me parece una sociedad sin metas o sin miras al futuro sino todo lo contrario. No me parece nada triste ni patético que todo el mundo lo intente, y a la vez, aprenda a valorar el trabajo de los demás. Un aspirante a músico es el primero en consumir música, en comprar discos y asistir a conciertos. Un aspirante a escritor descubre a otros escritores leyendo, y hace que la escena sea mayor y más fuerte. No sé. Ojalá todo el mundo tuviera algo diferente que decir. Sí; ojalá pudiera disfrutar de las ilustraciones de un millón de ilustradores diferentes, ojalá un millón de fotógrafos retrataran el Templo de Debod de un millón de formas diferentes. Ojalá el número de músicos o Djs fuera tan elevado que pudiera descubrir cada día una canción para levantarme alegre y olvidarme del lío en el que la gente seria nos ha metido a todos.

Va a resultar que el futuro es un páramo desierto repleto de artistas. Ni robots ni coches voladores. Pues bueno. Ya que nos vamos todo a tomar por culo, que por lo menos sea de forma bonita.

Originalmente escrito para la revista Vanidad, sept 2012

27 jun 2012

Casa Jäger Valencia


Hace no mucho hice este cartel para la fiesta Casa Jäger Valencia. Era ligeramente diferente en un principio, pero estoy bastante satisfecho con el resultado final. Tenía muchas ganas de hacer algo con una composición muy marcada y colores estridentes. Algunos de los personajes que aparecen aquí me gustan mucho, hay más de uno que llevaba diseñado desde hacía meses y estaba esperando el lugar adecuado para meterlo. Entre puerta y ventanas hay inscrita una botella de Jägermeister. ¿Es demasiado icónica y no se reconoce? Pensé que se vería a la primera, pero hay mucha gente que no la ve. Este es el tipo de errores que cometemos ilustradores/diseñadores a menudo: Pensar que el espectador va a ver el resultado con nuestros ojos, y que todo lo que hacemos es evidente. De todo se aprende!

28 dic 2011

Juventud feliz


El otro día, en el metro, me senté en frente de un turista sudamericano que tenía una camiseta genial: “God is awesome”, ponía; y en ella había soles y arcoiris, y una dirección web, escrita en Papyrus, de alguna iglesia evangelista. En un momento determinado, el turista giró la cabeza, sonriente, e hizo notar al pasajero de su derecha que España “es un país pistonudo”. Días después, en un cercanías que volvía de la Sierra, en Madrid, coincidí con un puñado de chicos y chicas adolescentes de algún grupúsculo católico. Debían de volver de alguna acampada. Uno de ellos llevaba una guitarra española, y tocaba mientras todos cantaban al más puro estilo San Frascisco 67, con convicción y sin vergüenza. Cantaban versiones de Melendi, de Simon & Garfunkel, de Red Hot Chily Peppers, cantaban “Blowing in the wind” versión tuning cristiana… Aunque todo el vagón olía a hormonas, la escena era cándida incluso para un programa del Club Disney. Me puse a pensar en Pedro el Granjero, el ídolo de masas de la anterior edición de Granjero busca esposa, y su fascinante camiseta de Benedicto XVI. ¡Benedicto XVI! ¿Se puede ser más punk? Si Siouxsie comenzase su carrera musical ahora seguro que mataría por conseguir esa camiseta...

 La militancia cristiana va mucho a su bola. Revistas como Gesto, Aguiluchos, o La Atalaya (esta de los testigos de Jehová) han alimentado el imaginario pop de generaciones de jóvenes cristianos durante décadas. El mundo que representan tiene un contacto escaso con la realidad de la mayoría. Es como el reverso luminoso de la MTV. Algún grupo español de indie pop debería reivindicar ya ese mundo y esa estética. Increíble que tantos sigan tirando del rollo santas, beatas y funcionarias almodovariano, que ya no da más de sí. 

¿Pero a santo de qué viene esto? En agosto viene el Papa, y miles de jóvenes seguidores de todas las partes del mundo se liarán la manta a la cabeza para dormir en colegios y pabellones al más puro es tilo 15-M. Una meme en Facebook los ponía en el candelero hace semanas: “Pega esto en tu muro si quieres que cuando acampen las juventudes cristianas para ver al Papa, las fundan a porrazos los antidisturbios”. Ignoro si las juventudes cristianas están indignadas o no, aunque en realidad tienen motivos para sí estarlo: el mundo se ha convertido en un entorno bastante inhóspito para el modelo de sociedad con el que sueñan. Cuesta imaginárselos montando una revolución, protestando enérgicamente y emprendiendo acciones y happenings para lograr sus fines. Cuesta imaginarse un grupo de hacktivistas católicos dejando videos anónimos en la red ocultando su identidad tras caretas de Jesús. Las caretas podrían ser recortables del Jesús ese que abre y cierra los ojos según lo mires de frente o de lado. Sería inquietante. 

Como posiblemente me toque quedarme en agosto en Madrid, me tocará empaparme del momentazo “amo a Laura” que supone un evento de estas características. No pasa nada. Divino tesoro.

Originalmente escrito e ilustrado para Vanidad, julio de 2011