Me había quedado pendiente hablar aquí
de la tribu más heterogénea y divertida de toda la Red: los haters.
Todos somos un poco odiadores, en realidad, y es normal que nos
cueste reconocerlo porque el odio es el anticlímax de la elegancia.
Pero un hater no es el que comenta jocosamente y de forma ingenua el
video de Loewe. El odio del hater tiene raíces profundas, como de
otra época, como de moral herida. El odio del hater es gracioso y es
oscuro porque es sentido y ridículo. Él se ve como Batman. Los
demás lo ven como Rouco Varela.
Cuesta entender que alguien emplee
todos sus medios en criticar destructivamente algo, habiendo tanto
por descubrir y abarcar, y con todo al alcance de la mano.
Entretenedores de primera, de segunda y de tercera tienen el derecho,
y casi diría que el deber de no gustar a todo el mundo. Uno
recompone esa pléyade de opciones artísticas, sociales y culturales
para darse sentido a sí mismo. El odiador se da sentido a sí mismo
sólo a través de mostrarse en público vomitando de su boca el
objeto fetichista de su odio. Y es que, en el fondo, todo hater es un
gran exhibicionista, aunque sea un exhibicionista anónimo, que
requiere una dosis de atención que no encuentra fuera de su foro.
Yo, que soy medio blogger y medio
hater, sé de lo que me hablo. Odiar de forma tan emocional es algo
muy poco posmoderno porque deja al descubierto de forma muy evidente
todos tus puntos débiles. No hay que bucear mucho por Internet para
encontrar definiciones de hater que hagan referencia a la envidia o a
la frustración como desencadenantes del proceso de odio. No es
difícil, tampoco, inferir de ello que estamos ante algo tan español
como El Toro de La Vega (imagen que me viene a la mente cada vez que,
por ejemplo, topo con cualquier entrada sobre Lana de Rey en Google.)
¿Pero de dónde nace esta rabia? Al
hater no le basta con saber que desprecia a alguien, sino que
utilizará su tiempo y sus recursos en intentar que lo demás lo
desprecien también. Tratando de profundizar en el tema, he llegado a
la conclusión de que todas las justificaciones esgrimidas por los
haters se reducen a un puñado. También se reducen a un puñado las
interpretaciones que soy capaz de hacer de esas razones.
Simplificando:
· Se ataca la poca edad/ la falta
de experiencia. Sólo puede interpretarse como envidia, o rabia
por un fracaso personal previo. ¿A quién demonios puede decepcionar
alguien joven con poca experiencia?
· Se critica el aspecto físico.
En un porcentaje altísimo de casos detrás de esta razón sólo hay
machismo. ¿Alguien ha oído alguna vez hablar de la barriga de
Robert Smith?
· El artista es un producto
prefabricado/ no tiene talento/ ha copiado a otros. Tras este
tipo de declaraciones suele haber un intento desesperado de
diferenciarse de los gustos de la masa para ser aceptado por lo que
se considera lo cool. Si buscas gente auténtica en
cualquier ámbito cultural,la encontrarás a patadas. Mueve ficha y
manténte en tu rollo.
· El artista se ha vendido/ Ya no
es lo que era. Derivación de la afirmación anterior. Que algo
te deje de gustar por ello es del todo normal. Pasar a gritar esto a
los cuatro vientos es como ponerse gritar a los cuatro vientos que
quieres ser tomado en serio.
· Es una mierda que recibe
demasiada atención de los medios/ se ha follado a alguien/ a otros
mejores no les han dado la oportunidad. Lo mismo de antes. A
veces, también envidia. Venga ya. ¿De verdad molesta tanto la
suerte del prójimo?
· Prejuicios raciales, sexuales,
nacionales o políticos.
Esto....
A veces pienso que
no dejamos de ser niños que pintan pollas, gafas y bigotes en las
fotos de los libros de texto. Que martirizan a sus San Sebastianes
con flechas que enlazan textos crueles. Realmente me da igual. Sólo
pido una cosa. No me hagáis ver todos vuestros libros. Visto uno,
vistos todos.
Originalmente escrito e ilustrado para Vanidad, abril de 2012
Olé!
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